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martes, 17 de julio de 2012

Los empiricos hacen historia Por Pedro Felipe Hoyos Korbel


Pedro Felipe Hoyos Körbel *
  
La historiografía regional está marcada por los actores que la han redactado. Este gran y voluminoso acervo, que a través del tiempo se ha acumulado, refleja la preparación académica y la capacidad intelectual de sus autores.

En nuestra región caldense el 96.8 % de la reciente historiografía fue redactada por historiadores empíricos. ¿Cómo llego a esta cifra? Analizo las hojas de vida de los integrantes del Centro de Estudios históricos de Manizales en los últimos 30 años e igualmente tomo las hojas de vida de los autores de los libros, aplicables al género histórico, de los 30 años anteriores y sumando ambas y dividiéndolas por dos me da este resultado. Creo que este guarismo, que muestra patentemente la reducida presencia de historiadores formados en universidades en estas lides, debe ser casi idéntico en las demás regiones del país.

Antes de continuar definiré que es un empírico en este caso. Empírico es todo aquel historiador que no posee una formación universitaria en historia. Esta definición es algo corta y tal vez no sea empírico el término idóneo, pero a falta de uno mejor, trabajaré con este por el momento. Dentro de los empíricos hay que diferenciar varios subgrupos: aquellas personas que tienen una formación universitaria afín como antropología, sociología e inclusive una filosofía; el segundo grupo lo conformarían los que ostentan estudios académicos como medicina o derecho por ejemplo; siguen los licenciados en ciencias sociales y por último aquellos historiadores que no tienen formación académica alguna. En este sentido la estadística planteada al principio evoluciona de esta manera: 38.7 % empíricos sin formación académica; historiadores universitarios 3.2 %; licenciados en ciencias sociales 14.3 % e historiadores con formación en otras ciencias 43.8 %.

Aplico el calificativo de historiador a todos sin discriminar a ningún grupo, lo hago porque finalmente todos han aportado al conocimiento, definición y difusión de nuestra historia. No estoy de acuerdo con la brecha que se nota entre los “doctores de la historia” y el empírico. Nuestra historiografía avanzaría con mejor desempeño si ambos “bandos” revisaran su actitud porque están propendiendo por la misma meta, solamente lo hacen desde puntos de partida diferentes. Creo que la labor de un  empírico autodidacta se puede comparar con la labor de un doctor en historia recién llegado de España, matriz donde se están formando ahora los doctores de historia. Los aportes de uno pueden ser tan valiosos como los del otro, siempre y cuando sean de calidad. Es labor de ambos bandos hacer un acercamiento que promueva el intercambio logrando la complementación. Ahora que se está estrenando carrera de historia en la Universidad de Caldas, las directivas, profesores y alumnos deben ser muy conscientes de este asunto, el cual puede volverse  una ventaja o en un impedimento, dependiendo de cómo lo aborden. Igualmente se le debe exigir a los empíricos que se acerquen a la “academia” sin recelos y bajen la guardia habitual de una persona minada por complejos de inferioridad.

Esta propuesta no se basa en una actitud de sana convivencia solamente, hay razones muy valederas para buscar el trabajo mancomunado entre estos grupos. Todo campo de conocimiento  se enriquece dependiendo del número de personas vinculadas a él. Aquí no sobra nadie.

¿Cuáles son las características de la labor de un empírico? Y me pregunto: ¿Difieren realmente de las de un historiador universitario?

Yo he usado una frase recargada de exageración que, más sin embargo refleja una realidad: Yo decía que una persona que pueda comprobar que haya leído mil libros y haya pasado doscientas horas en un archivo, se le debe expedir patente de historiador. Y usualmente el historiador empírico puede sustentar, con creces, estas exigencias. A partir de su curiosidad, motor básico del quehacer historiográfico, un empírico ha leído “de todo” y su biblioteca está abarrotada de las publicaciones locales, dificilísimas de conseguir fuera de la región y de los libros más habituales de historia haciendo énfasis en las publicaciones estatales como las de Colcultura en su época o aquellos clásicos de la Editorial Bedout. Esta gran diversidad de lecturas induce al empírico a no estar encasillado en una escuela del pensamiento histórico dejándole una sana e inocente libertad, útil para dilucidar temas controvertidos y demasiado “encasillados”. Con sentido común y basado en un su intuición y tal vez capacidad adquisitiva, este lector recorre de mano de los libros, sus maestros, muchos más siglos que el historiador universitario; conoce muchos más personajes históricos y es testigo de un sin número de fenómenos sociales. Este lector empírico nunca dejará de leer porque lo acosa su condición de paria en el mundo de la ciencia, para él continuar leyendo, continuar buscando es la supuesta boleta de entrada para poder codearse algún día con los científicos. Fascinado por el drama humano el historiador empírico no se interesa en la teoría de la historia, también la filosofía de la historia muy pocas veces le llama la atención. He  oído que eso se lo dejan a los “académicos”. Tremendo error. Negar que los empíricos no emplean metodologías es equivoco, claro que se debe emplear cualquier tipo de metodología para emprender una labor intelectual, lo que sucede es el uso incoherente de ellas y muchas veces se equivoca en las que debería empelar, especialmente las que requieren una formación científica como la arqueología por ejemplo. La escasez de recursos metodológicos en la caja de herramientas de los empíricos es notoria, con un destornillador y un martillo estos hombres y algunas veces, mujeres, pretenden reparar un motor diesel. El inmenso conocimiento de hechos, fechas y protagonistas que cada empírico maneja es muy grande pero se estanca cuando no tiene la capacidad de articularlo dentro de una teoría básica. ¿Cuántos temas no pueden ser emprendidos por estos luchadores a falta de recursos cognoscitivos debido a la estreches de sus conocimientos teóricos? Esta historiografía está condenada a una elementalidad que asusta. Y sí finalmente ese trabajo es impreso la aceptación de parte del público va ser muy baja. Los desconocedores del tema lo rechazaran por su incoherencia y contradicción y el avezado historiador lo descalificará por incompleto y mal estructurado. Finalmente quedan estas investigaciones, en las cuales los autores confunden investigación con apropiación del tema, relegados hasta que algún historiador de universidad, después de muchos años y usualmente de forma casual, los conocen y logran decantar datos e ideas muy interesantes, las cuales se habían “perdido” en un texto azaroso. Se habla entonces de un “rescate”, rescate que considero triste porque representa el doble del trabajo para que sea enriquecido el conocimiento: uno que lo escriba y otro que lo encuentre.

Muchos de los empíricos tienen una motivación “emocional” que los induce e alienta para ejercer de historiadores. Usualmente son descendientes de protagonistas de hechos comarcanos sucedidos en días muy pretéritos. En ellos se acumula una tradición oral que la historiografía basada en los documentos no recoge. En ellos quedan fijados recuerdos y memorias que el tiempo combate. Esta “vivencia histórica” es única e irreemplazable y tal vez tan importante como los documentos que ellos guardan en vetustos cajones testigos vivos de hechos consumados en otros tiempos. En cada casa antigua reposa, mal cuidado, un pequeño museo.

Es curioso que los historiadores empíricos le teman a la historia universal, la leen, en ciertos casos, como parte de su formación, pero nunca, o muy pocas veces, se atreven a especializarse en esos campos. Esta apatía ante la historia universal le cierra un importante camino a los empíricos. Sucede que los más interesantes sistemas históricos han sido producidos en el exterior y por ende versan sobre historia francesa, alemana o inglesa, en todo caso foránea. El elemento teórico se pierde por el desconocimiento de los grandes maestros de la historiografía mundial, me refiero a un von Ranke, un Burckhardt, un Spengler o un Pirenne (Padre).

Los historiadores empíricos son la fortaleza y la espina dorsal de la “historia regional”, en ella se mueven como peces en el agua. En ese terreno ostentan un dominio casi que total. Tal vez manejen algunos temas de orden nacional como episodios de la Independencia, alguna guerra civil o la vida del Libertador Bolívar.  Pero es de destacar que en Colombia existe una total disyunción entre “historia nacional” e “historia regional” ninguna alimenta o tiene influencia sobre la otra, aquí suceden dos mundos paralelos sin mayor conexión. Además resulta que la historiografía en Colombia se fracciona, en falta de dos temas, en uno tercero: la historia universal; fenómeno que no juzgo conveniente, no creo que el conocimiento suceda en islas habitadas por gente temerosa al mar y la navegación. Ahora, es inútil negar la conexión evidente que sí existe entre estos tres artificiales sectores. En la historia todo está conectado y es parte del oficio del historiador establecer investigativamente esa relación. El flujo entre estos tres temas no puede ser interrumpido y menos por razones de desconocimiento. Un ejemplo: la conquista de América requiere conocimiento sobre historia española y parte europea; igualmente exige ser solvente en historia precolombina y si realmente quiere comprender ese momento fundacional se debe conocer la historia africana debido a que de esta parte del mundo se trajo a América, en condición de esclavos, ese otro tronco humano.

Hoy en día es obsoleto escribir historia sólo desde la mirada del historiador. Las otras disciplinas que están en estrecha relación con la historia como la sociología, la antropología y la economía, son mal empleadas por los historiadores empíricos. Aquí el desconocimiento teórico y técnico se repite y por ende la desorientación es enorme. Existen temas, y especialmente en las provincias, que pueden ser mejor entendidos y dimensionados desde el ángulo del sociólogo que del historiador limitándose la labor del historiador a facilitar solamente fechas, sitios y protagonistas, ya que el por qué y el para qué quedan mejor resaltados por otras ciencias sociales.

Consideraría necio de mi parte limitarme a describir esta problemática sin aportar unas posibles enmiendas que ayuden a canalizar las ventajas de los historiadores empíricos y suplir sus falencias en pos de una más vigorosa historiografía regional y ojala nacional.

Sería oportuno que la Universidad “profesionalizase” a estos actores, que se elabore un pensum especial que tenga muy en cuenta la condición de empíricos y los capacite en las materias que les impide avanzar. De esta manera la Universidad aportaría a la comunidad remediando un problema muy real. La historiografía, a su vez, sentiría un mayor avance y se zanjaría la distancia entre los empíricos y la academia. En pocos años los resultados y esfuerzos de los jóvenes y nuevos historiadores se le sumaria otra cohorte de viejos y experimentados conocedores causando una eclosión de saber histórico en la región.

Otro importante paso que se debe dar es la redacción de un manual para nuestra historia regional. Este, igual que el pensum propuesto en las líneas anteriores, debe estar diseñado para las necesidades específicas de la región y cuando hablo de región me refiero al núcleo antioqueño de la colonización antioqueña y sus zonas de amortiguación y en segundo lugar al hábitat del habitante precolombino del Cauca medio. Es importante definir los conceptos y las teorías básicas que aplican a esta área y hacerlos accesibles a los historiadores empíricos. Esta nueva herramienta creo despertaría un nuevo horizonte investigativo porque una persona equipada con los útiles del caso estará dispuesta a emprender empresas nuevas y exigentes. Inclusive desencadenaría cierto revisionismo aportándole enmiendas a lo trabajado en condiciones adversas en el pasado. Me imagino que este manual podría ser redactado por un comité de expertos bajo la dirección  de un coordinador que reparta los temas y coordine la parte editorial. Este podría ser un primer trabajo conjunto entre los empíricos y la academia aportando cada grupo lo que el nuevo socio adolece.

Sí éstos esfuerzos ayudan a allanar esta curiosa barrera existente entre las “tres” historias creo que se puede presentar una casuística al resto del país y ayudar que este tema se supere en las otras regiones y así fortificar la historia como ciencia en Colombia.
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Pedro Felipe Hoyos Körbel, Historiador y Editor. Ponencia presentada en el Foro ¿El ocaso de la historia regional?. Sala Rafael Uribe Uribe - Gobernación de Caldas. Manizales, Julio 11 de 2012.
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Tomado de:

jueves, 12 de julio de 2012

Mapa de la Villa de Honda, 1737 (Siglo XVIII)


Mapa de la Villa de Honda, 1737. Archivo general de la Nación, Bogotá.
Tomado de;

Fabrica de aguardiente y Convento de los Franciscanos 1776


Plano 2: AGN, [1776] “Plano de acceso a la villa de Honda con el puente
caído en Gualí y el utilizable entre San Francisco y la fábrica de
aguardientes" Mapoteca n° 4 201-A

Tablado para la jura de Fernando VII en la ciudad de Honda (Archivo Histórico Nacional-Ministerio de Cultura de España)



Tablado para la jura de Fernando VII en la ciudad de Honda (Archivo Histórico Nacional-Ministerio de Cultura de España)
Este lugar queda  a margen izquierda, abajo, (antes de ingresar a la Calle de las Trampas) luego de terminar la Cuesta de San Francisco, antes del Hotel Belle Epoque (subiendo)
Tomado de;
http://www.bibliotecanacional.gov.co/?idcategoria=39189